miércoles, 2 de julio de 2008

Mirada perdida en el mar

Muchos de los momentos en que me he parado en la acera, sobre una embarcación, pude percibir las maravillas de la naturaleza: los árboles, las montañas, los animales, el cielo, la luna, las estrellas, el mar...pero especialmente éste me sorprende cada vez que lo tengo cerca. Cuando observo su fortaleza, su magnitud, su infinitud, su profundidad y extensión que determinan las diferentes tonalidades que adquiere, ahí se reafirma en mí la idea de que semejante elemento de la naturaleza sólo pudo haber sido creado por un Ser Superior, Dios.




El mar es el hábitat de miles de especies capaces de trasladarse por esos litros infinitos de agua, plantas e islas que reposan sobre esta "estructura líquida" sin hundirse; objetos fabricados por el hombre como lanchas, botes y cruceros inmensos ruedan con firmeza por sus largas extensiones y siempre nos da la impresión de que no termina. Pareciera que esa línea lejana que simula el final del mar, donde se unen agua y cielo, es el punto máximo a donde se puede llegar pero no es así, siempre hay más y más por recorrer.



¿Qué me dice esto? Que nunca dejará de sorprenderme lo perfecto que es el mar, el efecto de paz que transmite la brisa mientras observo a lo lejos y deposito en él las esperanzas y la tranquilidad que se puede convertir en estampida ante un obstáculo (como ocurre con las olas y las rocas). Todo este escenario penetra los sentidos sin necesidad de estar dispuesto a ello: el sonido de las olas y las gaviotas, el olor a salitre, sentir la brisa y la suavidad de la arena, ver las tonalidades del agua y saborear su nivel de sodio. Es una gran experiencia sensorial que conecta al ser humano con la naturaleza y lo traslada a ese espacio e reflexión sobre la acera acuática.

5 comentarios:

Rodolfo Alejandro Ponce dijo...

Ayyyyyyyy... leyendo sólo siento en mi alma cuánto extraño el mar, qué sana envidia que por lo que veo el mar se quedó en tu alma y tu tinta se hizo agua salada...

Amiga: del mar venimos, por ende, cómo no extrañarlo aún cuando no se ha tenido la vista de cómo se besan el cielo, el mar y la arena.

Y es así como llevamos en la sangre un pequeño mar, uno rojo y salado con una composición química, física y biológica que mucho dista de la riqueza de aquél, pero son ambos líquidos dadores de vida...

No por nada en el Génesis dice que el espíritu de Dios flotaba por encima de la superfice de las aguas...(God moving over the face of the waters, buena canción de MOBY)

Y nuestro planeta es una maravillosa perla azul, gracias a sus aguas, especialmente marinas que son, una vez más, dadoras de vida...

XXXXXOOOOOO
RODOLFO ALEJANDRO
www.filosofiadecamionetica.blogspot.com

Unknown dijo...

Berro Mary, me acabas de hacer recordar cuando estaba chamito, que jugaba con mi papá a nadar hasta donde se acaba el mar, iluso niño, jajaja, desconocía la magnitud del mismo.

Ahora de grande sólo disfruto al máximo cada momento que estoy cerca de él, porque como buen pisciano amo el mar, las piscinas y todo lo que tenga que ver con el agua.

Por cierto muy fino tu blog, sobre la acera encuentro la inspiración para componer muchas de mis canciones.

jorge hayek dijo...

Hola Mari. Soy tu primo jejeje. Reflexionando me da mucha tristeza, como es que esto tan precioso y tan inmenso que nos da tanto, lo podemos tratar de esa manera; tanta contaminación, destrucción y aniquilación de muchos de los seres que hacen el mar tan precioso. Que hasta ahora todavía no nos hemos dado cuenta que sin el mar o sus afines no existiríamos.
Discúlpame si me tome tus espacios para hablar de algo que quizás no tenga que ver principalmente con tu idea, pero siento la necesidad de que las personas tomen conciencia del daño que le hacemos a nuestro planeta.
Bueno te felicito esta súper chévere el blog. Saludos

Unknown dijo...

Hola Mary! Its me. Cuando leo tus reflexiones acerca de cómo te sientes cada vez que estas cerca del mar, revivo todos los momentos que he disfrutado de su inmensidad.
Todas las personas tienen un lugar donde hacen que su imaginación vuele. Justamente allí, donde el cielo se entremezcla con el azul del agua es mi sitio preferido.

Quizás cuando estamos pequeños solo pensamos en el mar como un sitio de relax o diversión. Sin embargo, a medida que pasan los años y tu mente comienza a ser ocupada por cientos de cosas, el mar se convierte en un aliado de risas y tormentos.

Cuando está picado o turbulento asemeja a las personas que atraviesan una situación difícil. Pero cuando está manso, sus colores y serenidad se conjugan para hacerte disfrutar de un momento que no tiene explicación.

Unknown dijo...

Comadre, hace unos días conversaba con mi suegro y justamente hablábamos del mar, de su inmensidad y sobre todo de la magnificencia de Dios que lo creó para nosotros. Es imposible no sentir que hay una presencia superior ante tanta perfección, es como si una hoja de papel lustrillo color azul de esas que usábamos en el colegio se desplegara ante nosotros porque entre cielo y mar aunque pareciera haber diferencia como dices siempre hay más y al final ambas son creaciones de Dios y,al final resultan unidas. Es un recordatorio de nuestra vida misma, los momentos de paz y tranquillidad cuando la marea está baja o los de dificultades cuando el agua se convierte en tormenta y los vendavales azotan. Sin embargo después de la tormenta siempre llega la calma y el mar, siempre recupera su quietud que nos recuerda que somos humanos y que pasamos por muchas situaciones y pensamientos, pero sigue ahí magestuoso, interminable, hermoso, un recordatorio de que Dios está presente.